La violinista de Ciudad Bolívar Una historia de amor por la música.

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Una historia de amor por la música que se vive en el barrio Arborizadora Alta, al sur de Bogotá.

 Cada vez que Laura Camila Ospina se sube a la terraza de su casa y ‘enciende’ su violín, el barrio Arborizadora Alta, en el sur de Bogotá, se convierte en una sala de conciertos al aire libre. 

No es común que en estas montañas de Ciudad Bolívar, de casas teñidas de naranja, suenen las notas de un instrumento que, para algunos, puede ser considerado aristocrático, propio de intelectuales, de gente culta y de niños ‘bien’, que lo aprenden a tocar con maestros particulares. Sin embargo, Laura es un ejemplo vivo de que la música, al igual que el amor, no tiene estrato.

Hace cinco años empezó su romance con esa caja de madera de cuerdas destempladas, cuando, por casualidad, vio un programa de televisión en el que una violinista le enseñaba a un grupo de niños. «Me impactó mucho. Era un sonidito como… no sé explicarlo», recuerda Laura, de 9 años, quien cursa cuarto de primaria en el Gimnasio Sabio Caldas.

En ese centro educativo, Laura ingresó al Sistema Nacional de Orquestas Nacionales y Juveniles Batuta, donde empezó tocando las placas, luego las maracas hasta llegar, un año después de clases todas las semanas, a arañar las cuerdas de uno de los tres violines con los que cuenta el grupo.

José y María Eunice, padres de Laura, pensaron que el mejor regalo para celebrarle los 7 años a su hija era una fiesta con sus amiguitos del barrio o una bicicleta. Sin embargo, cuando le preguntaron cuál de las dos ofertas quería, Laura los sorprendió: «Un violín, quiero un violín», les dijo.

José, quien para la época se desempeñaba como vigilante del colegio de su hija, se gastó toda la quincena en el regalo. «Me fui para un almacén cercano a la U. Nacional y pagué 250.000 pesos por él. Lo más bonito de todo fue verle la carita de felicidad cuando se lo entregamos», relata el hombre.

Laura ya no tenía que pedir prestado el instrumento, ya tenía el suyo, con estuche y todo. Ya podía tocar en la terraza de su casa y darles conciertos gratuitos de música culta a sus vecinos.

En la actualidad, la pequeña asiste dos veces por semana a clases. Ya sabe leer partituras y tiene en la memoria varias canciones, que interpreta mientras luce una sonrisa que deja ver los tres dientes que le faltan. Al terminar el tema Hoy te toca ser feliz, del grupo español Mago de Oz, Laura dice con seguridad que su futuro es la música. «Quiero ser una gran violinista. Mis sueños son grandes», añade, mientras su gato, con nombre de perro
(‘Bruno’) se le sube a las piernas.

Mozart, Paganini y hasta Carlos Vives y Fito Páez pasan por su repertorio, que, aunque en construcción, le ha permitido presentarse en varios conciertos en la localidad. Ahora, piensa en otro violín. Esta vez, dice, lo pintará de blanco y le pegará estrellitas de colores.

Fuente e Imagen: El tiempo

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